TANTO la variedad como la cantidad de la vida animal que se encuentra distribuida en la tierra y en las aguas, dependen de la aptitud favorable que ofrezca el media para la subsistencia, de las especies que lo habiten.
Así, por ejemplo, la afluencia de vida en el mar es asombrosa: para comprender la diversidad y profusión solamente de la fauna íctica, recordemos que de los 500 millones de kilómetros cuadrados que abarca la superficie de la Tierra (cifras globales), 365 corresponden a la ocupada por los mares. Y esas aguas, cuya profundidad media es de 4.000 metros y que presentan fosas de más de 10.000, están habitadas (de acuerdo con lo que el hombre ha podido indagar hasta el presente), aun en las capas abisales a los 11.000 m. Frecuentemente, nuevos ejemplares procedentes del inmenso mundo submarino, enriquecen el copioso número de las especies de pesca ya conocidas (mas de 26.000), y hasta se da la circunstancia de que ocasionales descubrimientos revelen a la ciencia, la supervivencia de "peces fósiles" supuestamente desaparecidos, cuya extinción se hacía remontar a muchos millones de años.