¿Puede la cacería regular el equilibrio de un medio?

   En general, las poblaciones de herbívoros o granívoros (consu­midores primarios) están sometidas a una regulación por la depredación que ejercen sobre ellas los animales carnívoros (consumidores secundarios); sobre los roedores silvestres la ejercen las crías de los carnívoros y aves de presa; sobre los antílopes, los ñus y las cebras la ejercen los leones, panteras y guepardos; sobre las crías de aves granívoras la depredación la llevan a cabo los gatos monteses y halcones, etc. Este es un me­dio común de regulación que actúa junto con las enfermedades y los accidentes. Trae como resultado un equilibrio más o menos estable en las poblaciones de presa, que les impide proliferarse y destruir el medio que las nutre; además, los carnívoros escogen las presas más fáciles, es decir los animales débiles o enfermos, participando así en la selección de los más robustos. La desaparición de los depredadores por la caza por ejemplo, o la transformación de los medios, provoca un desequilibrio que tiene como consecuencia la explosión de poblaciones de herbívoros, que rápidamente puede convertirse en un peligro para el medio natural o cultivado. Así los conejos, introducidos en Austra­lia durante el siglo XIX, no han encontrado depredadores y ver­daderamente han pululado por todo el continente, destruyendo rápidamente toda la vegetación y convirtiéndose en fuertes competi­dores de los carneros criados por el hombre y de los marsupiales nativos.
 
En lugares transformados por la agricultura, la caza pude usarse como un regulador de las poblaciones animales, sobre todo si está bien organizada, es decir si se implanta para poblaciones donde la explosión demográfica se conoce y si se dirige con la ayuda de un plan de caza que fije cada año el sexo, la edad y el número de animales a sacrificar. Fuera de estas condiciones, la caza pue­de acabar en una horrible matanza, exterminando definitivamente una especie, como fue el caso del pichón emigrante en Norte­américa.

   No obstante, la caza que en algunos países se denomina "urba­na" no tiene nada que ver con ninguna reglamentación y no es más que una distracción gratuita y homicida; consiste en criar animales de especies silvestres en condiciones domésticas, de­jarlos en un medio que no conocen y después dispararles. No se trata más que del placer de matar; ¿quién pensaría en regular de esta manera a poblaciones que se reproducen en condiciones to­talmente artificiales, comparables a los becerros, los pollos de engorda y los conejos para crianza?