La digestión en los organismos vivos

Comer y beber
Todas las células necesitan alimentar­se para vivir, y para que sus enzimas trabajen, precisan agua. Lo que diferen­cia, en realidad, a los distintos orga­nismos es que, en los pluricelulares, no todas las células están en contacto directo con el alimento. Pero ni siquiera la amiba, que es uni­celular, puede mantenerse con el ali­mento y el agua que entran a través de su membrana celular, y, por consiguiente, debe ingerirlos. En los organismos plu­ricelulares, muchas células se especiali­zan de tal forma que no pueden capturar alimentos por si mismas. Deben recibir­los ya preparados y desmenuzados. Por tanto, algunas células han de encargarse de la alimentación de las demás. En la hidra, p. ej., hay una serie de células en el interior de la cavidad corporal que desmenuzan el alimento hasta que han sido absorbidos los componentes útiles. La diferencia entre la hidra y los anima­les superiores no es demasiado grande. Alrededor del intestino primitivo, que en los animales superiores tiene entrada y salida diferentes, se desarrolla un con­junto de células cada vez más especia­lizado. Poco a poco empieza a necesi­tarse también conductos interiores de transporte —vasos sanguíneos- para que el alimento llegue a todo el organismo. Según los medios ambientales, se crean distintos hábitos alimentarios. Esto im­plica que los primeros tramos del apara­to digestivo, en donde se lleva a cabo la preparación mecánica y comienza la química, adquieran diversas especializaciones. La abertura bucal, con sus herramientas para sujetar, morder y masticar, se desarrolla y adquiere eventualmente órganos gustativos, para que el animal pueda buscar el alimento ade­cuado. La porción siguiente del aparato digestivo es el estómago, dotado de glán­dulas digestivas que segregan los jugos gástricos para desmenuzar químicamen­te el alimento. Los rumiantes tienen en la primera parte de su estómago, llama­da panza, un cultivo de protozoos y bacterias. Esto ayuda al animal en su primera digestión y, gracias a ello, puede aprovecharse del contenido de las célu­las vegetales que ingiere. El conducto intestinal humano no di­fiere notablemente del de los demás ma­míferos; ni siquiera del de los vertebra­dos inferiores. A grandes rasgos, en toda la serie de vertebrados existe un aparato digestivo similar, con las mismas glán­dulas y enzimas para descomponer el alimento.