Fauna alpina
EL 8 de agosto de 1786, dos deportistas franceses, Jaime Balmat y Miguel Paccard, por primera vez en la historia, lograron ascender a la cima del monte Blanco, la más elevada cumbre de Europa. El escalamiento fue, no cabe duda, una victoria de importancia en el terreno deportivo, pero, además, lo fue también para las ciencias naturales. Los montañistas franceses, en efecto, al regresar de la ascensión, aportaron valiosísimas informaciones relativas a la flora y la fauna alpinas. Hasta esa época se dudaba de la existencia de vida vegetal y animal en las grandes alturas, zonas que más comúnmente se creían reservadas al hielo y al silencio eternos. Los viajeros, que habían efectuado su ascensión en pleno verano europeo, hicieron saber que en las alturas crecía alguna vegetación, que numerosas plantas encontraban oportunidad de vivir en los espacios de terreno dejados al descubierto por el deshielo, y que muchas especies animales lograban vivir, mediante adaptaciones a las condiciones particulares. Algunos animales como la gamuza, el corzo, la cabra montés, la marmota o el lirón, eran muy conocidos en las laderas alpinas; pero otros animales, insectos sobre todo, eran desconocidos. Todos ellos forman la fauna alpina.