Para crear un organismo vivo no bastan las largas cadenas de proteínas, es necesario aislar a la entidad viviente de su medio ambiente con alguna superficie limitante. Oparin demostró que en una solución acuosa los polímeros se agregaban en forma de pequeñas gotas rodeadas de una especie de membrana. Parece ser que antes de que surgieran los seres vivos, el océano estaba lleno de gotitas de diferentes polímeros. Los rayos, las variaciones de temperatura, la formación de cristales de hielo, la estructura de ciertas arcillas, bien pueden haber provocado reacciones que llevaron a la formación de moléculas más complejas. Es probable que algunas de estas vesículas adquirieran la capacidad de sustraer algunas moléculas del medio externo y de incorporarlas al suyo; aumentaron de tamaño y se dividieron perpetuando así el sistema químico. Pero al dividirse es probable que el contenido de cada una de las vesículas no se repartiera por igual en las dos "vesículas-hijas"; debe haberse producido algún fenómeno de selección que escogiera, de entre un número Infinito, alguna gota que contuviera los ácidos nucleicos y las proteínas necesarias para asegurar su reproducción y que efectivamente haya logrado hacerlo, así podría explicarse que todos los diferentes códigos genéticos, que constituyen el programa de cada especie, contengan los mismos veinte aminoácidos.
Después de que esto sucediera, no cabe duda de que la atmósfera terrestre debe de haber cambiado profundamente: la Tierra, que se había enfriado, ya no emitía grandes cantidades de hidrógeno; el metano y el amoniaco no se renovaban; el nitrógeno y el gas carbónico constituían la parte esencial de la atmósfera. Estas nuevas condiciones no permitían que surgieran nuevas formas de vida pero sí que los organismos ya existentes sobrevivieran.