La gran cantidad de grasa de sus cuerpos hace que puedan flotar fácilmente; al mismo tiempo, su conformación los torna tan ágiles y veloces nadadores como muchos peces. En el mar los pingüinos encuentran el alimento, principalmente crustáceos pequeños, moluscos y pececillos. Sus ojos, adaptados a distancias cortas, están acostumbrados a la visión en el ambiente líquido.
En determinado período del año se dirigen a tierra para depositar los huevos en pequeñas excavaciones. Como si los diversos grupos obedecieran a una consigna, nadan hacia las costas en lugares determinados y siempre iguales para cada "tribu"; estos lugares generalmente son elegidos, quién sabe por qué, a muchos kilómetros del mar. Apenas llega a tierra, cada hembra, ayudada por el macho, busca un sitio adecuado para depositar uno o, raramente, dos huevos. El nido puede adoptar varias formas según la especie. Algunas especies cavan una pequeña fosa, otras un verdadero agujero, y existen otras que pueden llevar consigo el huevo, apretándolo entre el muslo y los pliegues de la piel del bajo vientre. La incubación dura cinco o seis semanas, durante las cuales los padres se turnan, de manera de poder alternarse en la tarea de ir al mar en busca del alimento, tanto para ellos como para la cría.