Los cocodriloideos (de los que hay unas veinte especies) son reptiles muy antiguos y a la vez muy evolucionados. Distribuidos en todas las regiones cálidas del globo, todos son de aspecto parecido y han variado muy poco desde principios del Mesozoico hace unos doscientos millones de años; sus ancestros son también los de los dinosaurios y las aves sus parientes más cercanos. Son los únicos reptiles que poseen dientes implantados en alvéolos; tienen en total entre 60 y 80, renovándose periódicamente durante toda la vida; sólo difieren en el tamaño y no en la forma. Cuando el animal cierra el hocico, los dientes de cada mandíbula engranan como los dientes de un cierre de cremallera embonando como si fueran las mandíbulas de un cepo. Curiosamente, su hocico no es impermeable, es su garganta la que está provista de un músculo que se cierra contra el paso del agua, al igual que los orificios de la nariz y la orejas. Los cocodrilos nadan con su poderosa cola y los miembros pegados al cuerpo: en tierra se arrastran pesadamente, sin embargo se enderezan sobre sus miembros para correr a una velocidad impresionante. Las dos ramas de cocodriloideos que existen actualmente comprenden a los cocodrilos terrestres y corredores; también existieron cocodriloideos enteramente marinos.
Los cocodriloideos actuales (divididos en tres grupos: los caimanes y lagartos, los cocodrilos auténticos y el gavial) viven en aguas dulces o saladas tropicales; como son los únicos reptiles que poseen un corazón de cuatro cavidades como los mamíferos y las aves, tienen temperatura variable (se les llama poiquilotermos) y no pueden digerir a sus presas a temperatura ambiente inferior a los 20 grados C. Todos son depredadores como el gavial y cazan sobre todo peces.