El gato pertenece a la familia de los félidos (del latín
felis): entre los mamíferos estos son los carnívoros terrestres mejor adaptados: su sigilo, sus armas y su fuerza muscular no tienen paralelo; son depredadores por excelencia. Estos mamíferos modernos provienen de mamíferos poco especializados de principios de la era terciaria, cercanos a su vez a los ancestros de los rumiantes actuales. En la historia paleontológica reciente hubo felinos gigantes, así como también los conocidos tigres dientes de sable que han aparecido muchas veces en la historia de los felinos (el
Eusmilus en el Oligoceno, el
Machairodus en el Plioceno y el
Smilodón en el Pleistoceno). El más grande los félidos actuales es el tigre de Siberia (300 kg), entre los más pequeños tenemos el gato margarita del Sahara y el gato de patas negras de África del Sur (1 kg). Todos los felinos tienen garras retráctiles, salvo el guepardo que es corredor. El gato doméstico no deriva del gato salvaje de Europa: viene de Egipto y tal vez los egipcios lo importaron de la India hace 6 000 u 8 000 años; en todo caso, el gato doméstico deriva de uno o varios gatos salvajes tropicales, rayados y que no habitaban en la selva. El gato doméstico no fue común en Europa sino hasta la Edad Media y antes de ser un acompañante de esparcimiento fue cazador de ratones y sobre todo de ratas. Anteriormente los europeos domesticaban a las linetas para deshacerse de los ratones. El gato, por haber sido domesticado tardíamente, tiene un número de razas mucho menor que los perros; puede aún volverse salvaje y convertirse en gato montés, que es un gato salvaje y puede cruzarse con el doméstico.