Es indudable que esa disposición, si bien les permite la visión binocular sobre la presa, restringe la amplitud del campo visual (180°), que, no obstante, pueden aumentar con la excepcional movilidad de la cabeza que les hace abarcar 360°.
Como aparato perfecto de visión nocturna, el ojo de las estrigiformes (orden al pertenecen las aves rapaces nocturnas) dispone de las siguientes adaptaciones:
a) El cristalino: si lo comparamos con el ojo humano, está colocado a mayor distancia de la retina, lo que permite que el ojo del ave registre bastante más grandes las imágenes en su retina.
La función de acomodar el cristalino a las diferentes distancias, la cumple un órgano especial que por su forma recibe el nombre de peine.
b) En cada milímetro cuadrado de la retina del ojo humano, existen alrededor de 2.000 células de visión (conos y bastoncillos) ; en cambio, en el ojo de una estrigiforme ascienden a 10.000, lo que le da una visión cinco veces más potente.
c) Las células con bastoncillos son las que registran la luz tenue, que no llega a impresionar los conos. Esas células con tienen un pigmento (rodopsina) o púrpura visual, químicamente muy sensible a los rayos luminosos (sobre todo los azules y violetas, que son los que actúan sobre las placas fotográficas).
En la retina de los animales diurnos y en el hombre, dicho pigmento se encuentra en poca cantidad, superabundando en cambio en la de las estrigiformes, lo que confiere a sus ojos extraordinaria sensibilidad lumínica. Así es como pueden percibir el movimiento de un ratoncillo o de un coleóptero, en una oscuridad suficientemente densa como para anular nuestra visión.
d) La amplia abertura de su pupila dilatada, que les permite captar el menor rayo luminoso.
Los ojos de las rapaces nocturnas son una excepción en el mundo de los pájaros, incluso por el detalle de que, a diferencia de los demás voladores, que los tienen a los lados de la cabeza, los tienen ubicados frontalmente, hacia adelante, como tiene sus ojos el hombre.