La mayoría de tanagras se alimenta principalmente de fruta, aunque todas comen asimismo cierta cantidad de insectos. La tanagra estival norteamericana (P. rubra) caza los insectos al vuelo. Invade también los nidos de avispas para capturar las larvas y ninfas. Otras tanagras merodean entre el follaje en busca de insectos y pequeños invertebrados, o picotean entre los lechos de líquenes y musgos que cubren troncos y ramas de los árboles. La tanagra de cabeza gris (Eucometis pentcillata) se une a los pájaros hormigueros siguiendo con ellos a los enjambres de hormigas legionarias para alimentarse de los animalículos que éstas levantan.
El macho suele alimentar a la hembra antes de que eclosionen los huevos, pero no colabora en su incubación. La nidada consta, comúnmente, de 2 huevos aunque los géneros Chlorophonia, Tangara y Piranga suelen poner más de 2. Los huevos eclosionan en el plazo de 12 a 14 días y son incubados por la hembra cuidando, no obstante, ambos progenitores de la alimentación de las crías, que pueden volar ya a las dos o tres semanas.
Exceso de celo paternal
La tanagra azul (Thraupis episcopus) muestra unas costumbres de anidamiento poco corrientes. Aunque es capaz de construir su propio nido, utiliza a veces los nidos abandonados de otras aves, usurpándolos incluso en ocasiones. Se supo que había ocupado el nido de una tanagra dorada por haberse descubierto una cría de esta especie criada junto a las propias. Parece, pues, tratarse en principio de una costumbre semejante a las del cuclillo, pero el caso es que algunas tanagras muestran un irreprimible impulso de alimentar a otras crías. Observando las tanagras de cabeza dorada, entre otras, se ha visto cómo tres o cuatro adultos alimentaban las crías de un nido, y es de suponer que uno a dos fueran los padres adoptivos. Tanagras jóvenes ayudan a veces a sus padres en la alimentación de la nidada más joven. La mayor solicitud la ha demostrado, sin embargo, la tanagra negra de rabadilla roja (Ramphocelus passerinii), que alimentó un nido lleno de chingolitos melodios hasta que sus huevos propios eclosionaron. Pero este celo es aún superado por el tanagra canoro macho que, en ausencia de la hembra, va en busca de comida para ofrecerla ¡a los huevos!