Fósiles de las primeras "aves"

Universo animal | aves | La historia de la Tierra y de los seres que la "pueblan se halla escrita en las páginas de los millares de documentos que se guardan en "los archivos del suelo". Tales documentos son los restos fósiles, es decir, organismos mineralizados o sus huellas, conservadas entre las capas de rocas sedimentarias, y que, por la acción del hombre o de los elementos, son sacados a la luz (fósil, del latín "fossilis", sacado de fosas).
   Los hombres de ciencia que los estudian e interpretan, son los paleontólogos, y gracias a ellos conocemos la asombrosa evolu­ción de los reptiles, antecesores de las aves, y la sorprendente historia del ave-lagarto, el Archaeopteryx lithographica, cuyo "re­trato" fue hallado en una cantera de Solnhofen, en Baviera (Ale­mania), entre las hojas de pizarra litográfica, en terrenos de las capas superiores del período jurásico, y cuya antigüedad se re­monta a 165 millones de años.
   El arqueoptérix (se conocen dos ejemplares diferentes) tenía el tamaño de una paloma grande, y presentaba el cuerpo emplu­mado, pico armado de dientes cónicos implantados en alvéolos, pies tridáctilos con gruesas garras, cola con veinte vértebras, pero orlada de plumas y en la articulación del ala, tres dedos libres, con uñas fuertes (las diferencias del segundo ejemplar conocido hacen que se lo considere un género distinto: Archaeornis siemensi, no obstante la semejanza que, en general, manifiesta).
   Ya los reptiles habían ensayado la aventura del vuelo, a través de millones de años y de miles de generaciones.
   Los llamados lagartos voladores (pterosaurios), con sus alas de murciélago, en algunas especies alcanzaban los ocho metros de envergadura (pteranodón).
   Sus enormes alas podían ponerse tensas, gracias al extraor­dinario desarrollo del quinto dedo, principal varilla del armazón que las desplegaba. El pteranodón tenía, además, una cresta o quilla en la cabeza, con la que hendía el aire, y un enorme pico desdentado, semejante al de los pelícanos, con el cual atrapaba en vuelo, mejor dicho, pescaba, sus presas acuáticas.
   En los pterosaurios (pterodáctilos, pteranodón y ranforrinco), las extremidades posteriores y la base de la cola sostenían la fuerte membrana voladora que mantenía su cuerpo en el aire.
   La disparidad entre un lagarto y una calandria es tan notoria que se nos hace difícil, no sólo relacionarlos filogenéticamente, sino siquiera establecer entre ellos un esbozo de comparación.
   La paleornitología, a pesar de los comparativamente escasos restos fósiles de aves (los huesos débiles se desmenuzan fácilmente), establece indudable parentesco entre ellas y los reptiles, por los muchos ras­gos que les son co­munes. El antece­sor que los une (Protornis) es hi­potético, pues el ejemplar más an­tiguo de ave conocido (Archaeop­téryx) era ya una forma definitiva, y no un tipo de transición.
   Si bien existe ese vacío en la cadena de su evo­lución, la zoología establece, para las aves, un remoto origen reptiliano.