El armazón óseo de las aves, tanto en su disposición como en su estructura, demuestra que está perfectamente adaptado al vuelo.
El esqueleto es liviano y resistente. Liviano, porque muchos de sus huesos son huecos y de paredes delgadas, y resistente, porque además de las funciones óseas que le dan solidez, los huesos más largos tienen, en lugar de médula ósea, cámaras de aire (huesos neumáticos), y sabido es que un hueso tubular es más resistente a la fractura que otro con el mismo peso y forma, pero macizo.
Del peso total de un ave, apenas la vigésima parte corresponde al esqueleto: en un águila de diez kilogramos, el esqueleto pesa 500 g.
El tórax además de darle al cuerpo forma aerodinámica, constituye un soporte rígido para el aparato volador. Protege los órganos internos y se distiende levemente con el movimiento respiratorio. El esternón lleva una gran quilla o carena vertical, en la que se insertan los poderosos músculos del vuelo (pechuga de las aves).
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