El mundo de los roedores

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   Dentro de la clase de los mamíferos, los roedores constituyen un grupo nu­merosísimo y de amplia difusión, encontrándoselos aun en los climas más in­hóspitos; por ejemplo: el lemming, en la parte ártica de Europa; los gerbos, en los desiertos pedregosos de África septentrional; la rata canguro, en los zonas desérticas de América del Norte, y las chinchillas en las mesetas andinas cen­trales, a 4.000 y más metros de altura.
   Se alimentan preferentemente de substancias vegetales (frutas, raíces, hojas, yemas), pero existen también especies omnívoras (ratas y ratones). Común­mente poseen hábitos nocturnos o crepusculares. En general, son animales de talla mediana y pequeña; podrían señalarse como extremos, el ratón de los graneros, Micromys minutus, que sólo pesa algunos gramos y mide cinco cen­tímetros, y el carpincho o capibara, el gran roedor sudamericano de más de cincuenta kilogramos de peso y un metro de largo.
   Notablemente voraces, roen incansablemente con sus incisivos y trituran con sus molares las más variadas substancias, además de las que les sirven de ali­mento. Roer es su misión, y no sólo para procurarse el sustento, sino también para.. . desgastar sus dientes. Sus incisivos son, por cierto, de crecimiento cons­tante, y ¡pobre del roedor que no los hiciera trabajar!, crecerían hasta perfo­rarle el paladar, causándole la muerte.
Esta incansable y obligada voracidad, unida a la profusión de ciertas espe­cies (ratas, vizcachas, cuises, etc.), ocasionan a la economía del hom­bre daños cuyo monto asciende a miles de millones. Además, algunas especies pueden ser portadoras de parásitos que difunden graves enfermedades (tifus, fiebre recurrente, tularemia, peste bubónica.
   El hombre, para combatir a las especies perjudiciales, emplea recursos tales como los cebos tóxicos y los medios mecánicos de destrucción; en esta lucha re­cibe la valiosa ayuda de animales enemigos naturales de aquéllas: aves rapaces (sobre todo nocturnas), mamíferos carniceros, reptiles (saurios y serpientes). Dentro de los roedores existen también especies, de las que el hombre ob­tiene utilidad, por ejemplo, la carne comestible de los agutíes y las pieles de las chinchillas, los castores, las ardillas, la rata almizclera, la marmota y el quiyá (mal llamado nutria). Algunas de estas especies pilíferas suelen criarse en cautividad para su explotación industrial (chinchillas y quiyá o coipo).
   Una característica esencial de los roedores es la disposición y conformación de sus dientes: los incisivos, grandes y curvos, comúnmente dos en cada man­díbula, se implantan profunda y sólidamente en la encía. Sólo la cara anterior de estos dientes está recubierta de duro esmalte, de manera que el desgaste de las partes más blandas, producido por el rozamiento (cara interna), les da el as­pecto del filo de un formón (tallado en bisel).
   El aparato digestivo de los roedores se caracteriza por la longitud de su intestino y el gran tamaño del ciego.
   Algunas especies (lemming, ardillas) realizan ocasionalmente, y por causas no muy bien aclaradas, curiosas migraciones denominadas sin retorno, puesto que los millones de individuos que se desplazan, por lo general en un sentido único, perecen en los accidentes de su azaroso viaje o acosados por mil enemigos.
   Los roedores son mamíferos cuyas extremi­dades tienen dedos terminados en uñas (un­guiculados), pero éstas se diferencian no­tablemente en conformación, tamaño y consistencia, de acuerdo con los hábitos y costumbres de cada especie.
   Así, pueden estar conformadas para ex­cavar (tucutuco, vizcacha, marmota), trepar (ardillas, coendú) y nadar (coipo, castor, rata almizclera).