El zorzal común (Turdus philomelos) habita en la mayor parte de Europa y en gran parte de Asia. Vive en los bosques de cualquier tipo; prefiere la periferia al centro, así como los parques, jardines o cementerios. Instala su nido en un árbol o en un arbusto, así como bajo el tejado de una casa, bajo una viga o en un agujero en la pared. Parece ser que en los últimos tiempos esta especie cada vez es más numerosa en las ciudades y puede ocurrir que llegue a convertirse en un ave sedentaria de ciudad como el mirlo. Por el momento, la mayor parte de los zorzales siguen siendo migratorios.
Parte en septiembre y octubre rumbo al oeste y sur de Europa, así como al norte de África. Regresan a nuestro territorio a partir de marzo y, como su viaje se realiza durante la noche, resulta sorprendente escuchar sus cantos un buen día, sin haberlos visto llegar. El concierto brindado por el macho es mas frenético al alba y a la hora del crepúsculo. Para algunos, este canto puede parecer demasiado agudo. Los diferentes motivos, que el pájaro suele repetir varias veces, emitidos de manera entrecortada con silencios intermedios, parecen graznidos al final. Delatan muchas veces la presencia del zorzal común (o a veces de un mirlo) los rastros de su «fragua». Se trata de una piedra, una raíz o una rama gruesa sobre la que el pájaro rompe el caparazón duro de diversos moluscos, como los caracoles. Alrededor de este «yunque» pueden descubrirse numerosos restos de conchas. El zorzal común comienza a anidar en abril. La hembra incuba sola los huevos durante doce o trece días. La crianza de los pequeños en el nido se extiende por espacio de una dos semanas y el macho colabora en la tarea. Los zorzales picotean su alimento en el suelo y lo llevan vivo a sus pequeños. Cuando la primera nidada ya es independiente, los padres vuelven a anidar.