¿SON VENENOSAS TODAS LAS SERPIENTES?

   No todas las serpientes poseen un aparato para inyectar veneno, pero todas tienen una saliva más o menos tóxica, es decir, las glándulas del veneno no son más que glándulas salivales modifi­cadas. Sin embargo la saliva de una serpiente no venenosa no es peligrosa en condiciones naturales. Los vertebrados inferiores tienden a tener humores venenosos (sangre, diversas secreciones): ¡algunos mililitros de sangre de una anguila pueden matar a un mamífero! Las serpientes no hacen más que seguir esta tendencia con su saliva venenosa, mis­ma que cuenta ya, entre los aglifos (boa, pitón, culebras), con tres propiedades posibles y probablemente asociadas: proteolítica, neurotóxica, angiotóxica.
   El desarrollo de venenos y aparatos venenosos es comprensible en las serpientes actuales: sus ancestros subterráneos, que vi­vieron en el tiempo en que los dinosaurios dominaban la Tierra, perdieron sus miembros y casi completamente la vista y el oído. Al volver a la superficie terrestre, estaban muy debilitados e in­defensos, de ahí la tendencia al desarrollo de venenos.

•  En la primera fase de su evolución, las serpientes tenían nume­rosos dientes, todos semejantes y saliva venenosa; para cazar, contaban con su fuerza de constricción (boa, pitón), con su rapidez (culebra verde y amarilla), o con ambas (culebra de Esculapio). En todos los casos son serpientes musculosas que no cuentan con su saliva, pero su mordedura es dolorosa y se infecta fácil­mente; ¡varias decenas de filosos dientes contaminados de bac­terias y saliva irritante!
•  A continuación, dos o varios dientes superiores se hacen más largos, ya sea en la garganta (opistoglifos: culebra de Montpellier), o bien delante de la mandíbula (proteroglifos: cobras) y la glándula salival que desemboca en la base de los colmillos se convierte en la glándula venenosa.
•  En el estado más desarrollado del aparato venenoso, los solenoglifos (víperos y crótalos), los colmillos se alargan aún más, volviéndose móviles y replegables para tenerlos en el hocico cerrado y el canal que existía dentro del esmalte de los comillos entre los proteroglifos se ha cerrado en un canal empalmado sobre la glándula venenosa, rodeada de músculos que inyectan el veneno a presión; estas serpientes no muerden cerrando las mandíbulas, sino golpeando con la mandíbula superior. El veneno está compuesto por "caldos" proteicos que pueden atacar varios tipos de células vivientes. En particular las proteasas, que disuelven los tejidos, interesan mucho a los bioquími­cos y médicos; después de la mordedura, las proteasas del veneno de la cerasta (víbora con cuernos), actúan durante varias semanas a nivel de la difusión, causando graves daños de tipo gangrenoso. El veneno de algunas víboras de Europa central es cardiotóxico, angiotóxico (daña la red de vasos sanguíneos) y hemolítico; el veneno de la cobra es neurotóxico y provoca la muerte por paro respiratorio.