Animales de sangre fría.
Los animales se sienten "fríos" en la medida que nuestras manos están calientes; una serpiente que permanezca al Sol, por el contrario, la sentimos caliente. De hecho, estos animales llamados de sangre fría o poiquilotermos están a la temperatura de su medio ambiente o ligeramente por debajo. En la vida terrestre, que evolucionó en un ambiente tropical, los animales poiquilotermos, es decir sin regulación, son la regla. Estos animales están siempre a merced del frío; a 10 o 5 °C, quedan casi totalmente paralizados y no pueden escapar de un enemigo; un frío mayor los mata. La incubación de los huevos está igualmente en función de la temperatura ambiental. Si el frío se prolonga demasiado tiempo, la reproducción corre el riesgo de interrumpirse por todo un año.
Animales de sangre caliente.
A las aves y mamíferos, así como a otros animales en ciertas circunstancias (la hembra del pitón cuando incuba sus huevos por ejemplo) se les llama de sangre caliente u homeotermos; mantienen su temperatura interna más o menos constante, a pesar de las variaciones del medio ambiente. Esto les proporciona varias ventajas:
•Son muy activos y mucho más "inteligentes" que los poiquilotermos.
•Las variaciones de temperatura no alteran su ciclo biológico.
•Pueden conquistar nuevos medios que el frío impide a la mayoría de los animales de sangre fría (montañas, altas latitudes, etc.).
Para los mamíferos, esta temperatura interna se sitúa entre los 37 °C y 39 °C; para las aves, entre los 38° y 42°C. Esta "independencia" frente al medio se convierte en un contratiempo cuando la temperatura se hace extremosa, toda una serie de adaptaciones fisiológicas, morfológicas o de comportamiento permiten entonces limitar el gasto energético necesario para el mantenimiento de su constancia térmica.