Cuando se cerró la presa Kariba de Sudáfrica en el año 1958, se creó un lago que iba a cubrir más de 5.000 kilómetros cuadrados. Las colinas se convirtieron en islas, en las que quedaron sitiados rinocerontes, elefantes y muchos otros mamíferos y reptiles. Un pequeño grupo de guardabosques lucharon por salvarlos. Al final de la odisea habían dirigido, remolcado o transportado, a unos 6.000 animales, hasta la tierra firme.
Se trataba de la «Operación Noé», una empresa que deja tamaña a la creciente preocupación que se siente por la vida salvaje de África. Las nuevas naciones africanas tienden a considerar a las reservas de caza como a costosas reminiscencias del antiguo dominio colonial. Animales como la gacela sudafricana y la impala, se pueden criar científicamente para alimentar a sus multitudes, hambrientas de proteínas; aparte de que los parques constituyen la base de un enorme movimiento turístico anual.