La caza despiadada de la foca
Las focas tienen la desgracia de convertirse para el hombre, tenaz perseguidor, en alimento, abrigo, combustible, armas e instrumentos. Especialmente los pueblos que viven en los extremos norte y sur del globo, utilizan todas las partes de las valiosas presas. La carne y la grasa son comidas o empleadas como combustible; la piel, durísima, es utilizada para cubrir embarcaciones pequeñas y para confeccionar indumentos varios; los huesos son transformados en instrumentos y armas, y las visceras sirven de alimento a los perros de trineo. Los pinnipedos son perseguidos por las grandes, terribles y feroces orcas marinas (ballena asesina) y por los osos blancos. Pero sus enemigos más implacables son los cazadores profesionales, que los matan para vender la piel y la grasa. De un elefante marino se pueden extraer casi mil litros de grasa derretida. Especialmente en el siglo pasado, cuando la grasa animal era muy solicitada, se llevaron a cabo ingentes matanzas. En varios días, un centenar de cazadores, armados de lanzas o simples bastones, mataban miles de focas. Muchas especies se habrían extinguido si algunos gobiernos no hubieran intervenido para limitar la caza de estos carnívoros.