¿Cuáles son las diferentes relaciones posibles entre un ser vivo y los demás organismos?

Dejando por un lado a los autótrofos, que viven en una indepen­dencia total, los seres vivos no pueden vivir más que en relación con los demás. Ahora bien, esta relación toma formas muy va­riadas. La más conocida es aquella que une herbívoros o carnívoros con los organismos, sean vegetales o animales, de los que sacan, al comerlos, las materias orgánicas necesarias para subsistir. La relación que une bacterias u hongos saprofitos con los vegetales o animales muertos sobre los que se desarrollan, es semejante. Pero existen, además de éstas, numerosas formas de relación entre los seres vivos que pueden ser agrupadas en tres categorías:

Parasitismo obligatorio
Se agrupan en esta categoría los organismos que sólo pueden desarrollarse sobre otros seres vivos. De este modo, protozoarios como el hematozoario del paludismo viven en la sangre de los hombres, concretamente en los glóbulos rojos. Los virus son parásitos de las células vivas. La roya del trigo es un hongo pa­rásito que sólo puede vivir en el trigo, habiendo un hongo específico para cada raza de trigo: la Raflesia es una planta su­perior parásita que se desarrolla en el interior de la planta que la alberga en forma de filamentos indiferenciados que recuerdan un hongo, pero se expande al aire libre formando una flor roja que llega a alcanzar un metro de diámetro (una flor que recuerda su condición de angiosperma).

Simbiosis
La simbiosis es un ejemplo de buenas relaciones entre dos orga­nismos. Además, confiere características propias a la relación y aumenta las posibilidades de sus miembros. Para poner un ejemplo, podemos citar el caso de los liqúenes, organismos constituidos por un alga y un hongo que colonizan rocas sobre las que ni un alga ni un hongo hubieran podido desarrollarse in­dependientemente.

COMENSALISMO
El comensalismo designa la situación de buena vecindad (o cohabitación) que se establece entre dos organismos que viven uno al lado de otro, aunque conservando la libertad de separar­se, como es el caso del cangrejo ermitaño y la anémona de mar que colonizan juntos la concha abandonada de un gasterópodo.