Los insectos tienen esqueleto externo (exoesqueleto), constituido por un caparazón de quitina (la quitina es una proteína endurecida, como el cuerno). Este caparazón aisla del aire y el agua y se articula para permitir el movimiento entre los diferentes segmentos, como una armadura de la Edad Media. Los músculos se pegan a las protuberancias internas de este caparazón, solución inversa a la de los vertebrados. Los insectos también tienen sus soluciones propias para otros problemas anatómicos o fisiológicos: su sistema nervioso es ventral, el tubo digestivo pasa en medio del cerebro que, por otra parte, está dispuesto en varios ganglios; no tienen circulación sanguínea en sus vasos cerrados ni tampoco sangre, en el sentido propio de la palabra; sólo tienen una hemolinfa desprovista de glóbulos transportadores de oxígeno; algunos insectos poseen un pigmento respiratorio, hemglobina o hemocaína, disuelto en la hemolinfa. La quitina, al ser impermeable a los gases (salvo en los insectos minúsculos), permite que aquéllos penetren al organismo y salgan por poros especiales de la pared, que se abren en una red de conductos abiertos.
El aparato respiratorio propiamente dicho esta constituido por un sistema de tráqueas ramificadas en el conjunto del cuerpo; la respiración se efectúa a menudo por simple difusión en los conductos. El volumen de este sistema aerífero limita el tamaño de los insectos: los más grandes no sobrepasan los 30 cm. Más allá de estas dimensiones, las células estarían mal abastecidas de aire y hemolinfa.
Estructuralmente, los insectos están relacionados con los crustáceos, arañas, escorpiones y miriápodos (cienpiés) y, por el plano primitivo de su cuerpo, constituido de 21 segmentos o metámeros, se asemejan a los gusanos anélidos, como la lombriz con relación a sus ancestros vermiformes, los insectos y arácnidos son los artrópodos más "condensados", es decir aquéllos donde la antigua metamerización es la menos visible. Los insectos se han convertido para la imaginación moderna en los principales enemigos de la humanidad; su extraño aspecto, su número y su falta de inteligencia, espantan; sus sociedades tan organizadas aparecen como un posible porvenir de pesadilla destinado a nuestras sociedades humanas. En gran parte estas visiones y terror, no tienen fundamento. Los insectos ya no son rivales de la especie humana en varios aspectos, al igual que todos los seres vivientes que nos rodean. Sin embargo, por otra parte, los insectos son transmisores de graves enfermedades (paludismo), y por otra, son grandes depredadores de los cultivos del hombre. También son mucho más resistentes que la especie humana a la contaminación y vicisitudes del medio, lo que puede cambiar desfavorablemente el porvenir de la humanidad si no tenemos más prudencia que en la actualidad.