Una diferencia fundamental entre las plantas y los animales consiste en que, mientras éstos pueden trasladarse a otro lugar, las plantas tienen que permanecer siempre enraizadas en sus sitios. Por tanto, una planta próspera debe estar muy bien adaptada a sus entornos, y lo cierto es que algunas pueden soportar condiciones bien extremadas. Algunas algas verdeazuladas toleran hasta 85 °C. y ciertas semillas sobreviven a los —273 °C. Determinadas plantas, como la higuera estranguladora de la derecha, ocupan un estrecho nicho; crecen únicamente en las selvas tropicales. Otras, que viven en un habitat con menos competencia, como es el desierto, poseen extrañas adaptaciones estructurales para hacer frente a las condiciones climáticas.