Casi todos los lepidópteros, en su fase adulta, son alados. Decimos "casi todos", porque en algunas especies las hembras son ápteras o presentan atrofia de sus alas (Orgyia anticua, Psiquis sp., son las especies más conocidas).
Las alas son órganos vistosos y llamativos por su coloración, y maravillosos por su estructura. Los dos pares de alas, que en las mariposas diurnas están separados, en las nocturnas aparecen ligados por una especie de sutiles y fuertes cerdas.
Tienen una delicada trama de nervaduras quitinosas, y están recubiertas por microscópicas escamas dispuestas como tejas (imbricadas).
Cada escama (y se cuentan por centenares de miles) está sostenida por veinte laminillas que se comportan como prismas que refractan los rayos luminosos desde diferentes ángulos, de acuerdo con su posición, y producen esas coloraciones iridiscentes tan propias de los lepidópteros: es la coloración estructural, efecto de interferencias de la luz.
Existe, además, la coloración pigmentaria, producida realmente por materias colorantes (pigmentos). Es frecuente que ambos factores contribuyan a dar la extraordinaria riqueza de matices que caracterizan a ciertas hermosísimas especies tropicales.