De hábitos gregarios, se unen en masas compactas de millones de individuos, lo que facilita así su pesca por medio de rastras. Aunque su sabor no es tan delicado como el de las ostras, es un comestible muy apreciado y de gran valor comercial. En Europa, especialmente en Italia y en Francia, su cultivo es tradicional y data de la época romana: se construyen pérgolas sumergidas, de las que cuelgan cuerdas convenientemente dispuestas para facilitar la adhesión de los individuos en estado larval, nadador; cuando los pequeños mejillones allí fijados alcanzan cierto tamaño, son trasportados a plantaciones especiales para un rápido desarrollo y "engorde".
En la América del Sur su consumo es mayor que el de las ostras debido a su gran abundancia y bajo precio, y su pesca es regular y sistemática, especialmente en el puerto argentino de Necochea, en la prov. de Buenos Aires. Las especies que viven en la costa sept. de la Argentina y el Brasil son muy similares al mejillón europeo, pero al Sur, en las costas de Tierra del Fuego, abunda una forma gigante el mejillón rayado o cholga, que se envasa para la venta y exportación; otra especie de gran tamaño es el choro de la costa chilena.
Los pueblos prehistóricos hicieron gran consumo de estos mejillones. Enormes acumulaciones de sus valvas se encuentran a todo lo largo de las costas en ambas Américas, muy especialmente en Patagonia, conocidos como conchales. En Brasil se los llama sambaquis.