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Por su conformación, el cuerpo del topo es un cilindro de doce a quince centímetros de largo, aguzado en su extremo anterior. Su estructura general revela una perfecta adaptación a la vida subterránea: la cabeza, casi sin cuello, terminada en un hocico cónico, cartilaginoso, es un eficiente instrumento de penetración en los terrenos flojos. En suelos más compactos, actúan las cortas y anchas extremidades anteriores, verdaderas herramientas excavadoras, semejantes a palas, que están formadas por dedos cortos y fuertes con afiladas y largas uñas planas. Las patas posteriores son más largas pero no tan robustas y tienen además de la función locomotora la de despejar las galerías arrojando hacia afuera la tierra excavada.
Las características del pelaje lo hacen apto para la vida en madrigueras: en cualquier dirección que el topo se desplace, su corto pelo no se desarregla ni se ensucia.