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Si se examinan los dientes del topo, no puede dudarse del régimen alimenticio, teniendo en cuenta su característica dentadura de carnívoro. Sin embargo, mucha gente cree que se come las raíces de las plantas, pero las plantas se secan porque el topo rompe las raíces al construir sus galerías.
Los cuarenta y cuatro dientes del topo, caninos punzantes y molares de agudas cúspides, son capaces de quebrar el espinazo de las víboras y desgarrarles el cuerpo, o de triturar, por duro que sea, el caparazón de los más robustos coleópteros (escarabajos).
Corrientemente la alimentación del topo consiste en lombrices, babosas, gusanos, caracoles, orugas y ninfas subterráneas, y ocasionalmente, lauchas, ranas, culebras y musarañas.
Fabre denomina "rabia famélica" a su desmesurado apetito, que lo obliga a comer cada pocas horas, hasta ingerir al cabo del día una cantidad de alimento equivalente a dos veces su propio peso. Sólo bastan algunas horas de total abstinencia para matarlo.