Al leopardo marino se le atribuye una gran ferocidad e incluso se le ha descrito como devorador de hombres. En rigor esto carece de fundamento y en las pocas ocasiones en que el hombre fue atacado se debió generalmente a que provocó la ira del animal. Tales casos, unidos a los relatos de hombres perseguidos por leopardos marinos, han contribuido a consolidar la idea de la "foca feroz". Los leopardos marinos siguen a los botes pequeños e incluso pueden saltar a bordo. Van a la orilla a observar al hombre, y nadan alrededor de los que bucean con escafandra autónoma. Probablemente, esto se debe a la curiosidad del animal, pero no es de extrañar que el hombre no esté muy inclinado a comprobarlo. El aspecto que ofrece la enorme cabeza y las filas de dientes, junto con el recuerdo de las leyendas sobre el leopardo marino, estimulan la prudencia del más osado.