El turón es un mamífero dotado de una forma muy peculiar de defenderse. Pariente cercano de la marta y la garduña, este mustélido emite un olor nauseabundo, producido por unas glándulas anales especiales y que le sirve tanto para defenderse como para protegerse. Lo malo es que el hedor sigue impregnando el pelaje del animal incluso después de haberlo sometido a distintos procesos. Esta es la razón por la que su piel, muy suave, no es demasiado apreciada. Sin embargo, este animal es objeto de una persecución despiadada, por ser de índole sanguinaria y feroz y tener la costumbre de introducirse en las granjas, degollando aves de corral y conejos. En invierno establece su morada cerca de los corrales, ocultándose debajo de los rimeros de leña o en las cavidades de los árboles.
Si no tuviera esta mala costumbre, el turón podría ser considerado un animal muy beneficioso para la agricultura. Es ágil y flexible, y durante sus emboscadas nocturnas destruye gran cantidad de roedores, no vacilando en atacar a la víbora.