Uno de los animales que más saben hacerse respetar, gracias a sus terribles armas químicas, es la mofeta o mefitis. Habita en América y se trata de un carnívoro estrechamente emparentado con la comadreja, el armiño y el turón, poseyendo como ellos un pelaje muy suave. Pero, al contrario del de los demás, el color de su pelaje no es miméti-co, sino muy llamativo, con unas anchas franjas blancas sobre fondo negro. La mofeta no necesita ocultarse en el bosque para evitar los encuentros desagradables: son sus enemigos quienes procuran marcharse en cuanto la ven aparecer con aire amenazador. Este animal no huye jamás. Cuando se le amenaza, gira sobre sí mismo, levanta su ancha cola y lanza contra su enemigo, con precisión increíble, un líquido hediondo producido por una§ glándulas anales especiales. La eficacia de esta defensa química
resulta innegable. La trayectoria del líquido puede alcanzar muchos metros de distancia, y es muy difícil librarse de su pestilente olor, incluso mediante enérgicos y prolongados lavados