Lo que más sorprende de los camaleones es la rapidez con la que pueden cambiar de color, pasando del blanco al amarillo, al negro, al verde, al pardo logrando combinaciones fascinantes.
Se cree generalmente que el camaleón cambia de color para mimetizarse con el ambiente, pero en realidad tales cambios de color se deben a las variaciones de luz o temperatura del ambiente, y también, en muchas ocasiones, al estado psíquico del animal. Por otra parte, el camaleón no necesita mimetizarse, pues durante la caza puede permanecer largas horas inmóvil en la rama de un árbol. Su lengua viscosa, que llega hasta presas situadas a 10 centímetros de distancia, le asegura siempre comida abundante. Los camaleones poseen un cuerpo especialmente adaptado a su vida arborícola. Sus patas son prensiles, lo mismo que su cola, que puede sostener por sí sola al animal, cuando éste se cuelga de alguna rama para capturar una presa. Sus grandes ojos prominentes pueden girar 180 grados y se mueven independientemente uno de otro.