Ritmo de tres horas
Las musarañas hacen vida solitaria en los túneles que practican en la hierba, protegidas entre las hojas, o en galerías superficiales, en donde raras veces se las ve, revelándose su presencia únicamente por sus agudos gritos. Hay motivos para creer que también se valen de ultrasonidos para la localización de sus presas por el eco, pero no en grado tan elevado como los murciélagos. La musaraña común y la pigmea, y probablemente todas las demás especies, tienen un ritmo de tres horas para alternar la alimentación y el descanso, pero durante la noche su actividad es mayor. La duración de su vida es también relativamente corta. Para la común, y para la mayor parte de las de dientes rojos, la edad de quince meses es ya avanzada.
Círculo vicioso en la alimentación Cuanto menor es un animal, mayor es su superficie externa con relación a su volumen, y mayor también su propensión a la pérdida de calor por irradiación. Este calor sólo puede recuperarse por medio de la alimentación, de manera que un animal muy pequeño tiene que moverse incansablemente en busca de alimento para compensar la pérdida de calor y la de energía empleada en la búsqueda. Resultado de esto es que no puede dejar de comer durante períodos prolongados; de ahí que la musaraña establezca un ritmo de tres horas. Una musaraña morirá si se ve privada de alimento durante otras dos o tres horas, y cuanto más baja sea la temperatura, más breve será el período de ayuno que pueda soportar. La mayor parte de las referencias acerca de musarañas que han caído muertas ante alguien, aluden a las primeras horas de la mañana. Es el momento, especialmente en otoño, en que se presenta con la máxima probabilidad la muerte por hambre y frío.
Mortalidad elevada
Desde la primavera hasta el otoño, cada hembra madura tiene por lo menos dos carnadas de 4 a 8 hijuelos, tras una gestación de duración incierta, que puede variar entre 13 y 21 días. Un recién nacido pesa 0,3 g, abre los ojos entre los 18 y los 21 días, y es destetado 2 días más tarde. En la primera fase de su vida, probablemente la mortalidad por depredadores es considerable, a pesar de la glándula con función defensiva que tiene la mayor parte de musarañas a cada lado, y que exhala un olor fétido. Los gatos domésticos, por ejemplo, las matan pero no se las comen, debido quizá a que les resulta desagradable su sabor. A pesar de ello, las aves de rapiña las comen, sobre todo varias especies de buhos, y lo mismo hacen zorros y comadrejas.