Contrariamente a lo que pudiera creerse, los primeros pájaros no provenían de los reptiles alados, sino que su progenitor fue, seguramente, un reptil de un género distinto al de los saurios voladores. El primero de estos seres que nos dejó un mensaje claro sobre las rocas fue el Archaeopteryx, que vivió en la época de los grandes dinosaurios, hará unos 130 millones de años.
Del tamaño de una paloma, este animal presentaba una extraña mezcla de características que le conferían un aspecto mitad de pájaro y mitad de reptil. Señales evidentes de su estrecho parentesco con los reptiles eran los dedos de las alas, muy móviles y dotados de garras; la cola, formada por varias vértebras libres, y las mandíbulas, dotadas de dientes. A pesar de ello, el cuerpo de este animal se hallaba recubierto de plumas.
Las alas ya no estaban integradas por una membrana de piel, sino por un abanico de plumas que se abría al volar y golpeaba el aire. Se trataba todavía de un aparato de vuelo muy rudimentario, que precisaba de muchos perfeccionamientos. En efecto, el Archaeopteryx era un mal volador, pero su aparición marcó una etapa fundamental de la historia de la evolución.
El primer pájaro no debió ser un depredador, porque sus mandíbulas eran débiles. Tal vez sólo se alimentara de frutos y pequeñas larvas. Para levantar el vuelo, trepaba por el tranco de los árboles hasta llegar a la copa, y desde ésta se lanzaba al vacío.
Hubo un período en la evolución de los aninales en que los más feroces depredadores de las llanuras no fueron los mamíferos, sino enormes aves de pico terrible, incapaces de volar pero capaces de correr a gran velocidad.
Derivadas todas ellas del primitivo Archaeopteryx se habían multiplicado rápidamente, adquiriendo a veces proporciones gigantescas y disputándoles el terreno de caza a los mamíferos carnívoros.