Los prototipos de las
sirenas de las leyendas se encuentran entre los animales menos
conocidos por los naturalistas debido a su habitat submarino y a sus
costumbres reservadas. Son los manatíes de la región del Caribe y las
vacas marinas del Océano Indico. Constituyen las únicas especies
sobrevivientes del sirenio, o criaturas de la luna, parientes lejanos
del elefante. Ambos tienen semejanza con los rasgos faciales humanos;
además, se alimentan irguiéndose en el agua, sus aletas extendidas
delante de ellos como brazos y, algunas veces, la hembra sostiene a su
cría en estas aletas. Vistos a la distancia, tienen una curiosa
apariencia humana, que justifica los numerosos relatos sobre sirenas y
tritones. Esto es especialmente cierto respecto de los dugongos —un ser
del mar abierto, con cuerpo blanco, casi sin pelos. Es extremadamente
reservado y no ha sido capturado vivo casi nunca. Cuando uno es empujado
a la playa o capturado en la red de algún pescador, causa un miedo
supersticioso entre los nativos. Los manatíes no son de apariencia
humana y son bastante más conocidos. Estos animales raramente aparecen
sobre el agua a la luz del día. Prefieren pasar, rozando la superficie, a
la luz de la luna, lo cual hace más notoria su apariencia humana que ha
dado origen a la leyenda de las sirenas.
Una de las pocas
personas que estudió estos animales de cerca, O.W. Barrett, explorador norteamericano, cuenta lo siguiente respecto de los manatíes: «El
animal es bastante común en la mayoría de las aguas frescas de los
ríos, sus afluentes y las lagunas a lo largo de la costa este de
Nicaragua...
Familias compuestas por una vaca, un toro y una o
dos crías generalmente... surgen de un rebaño de 10 a 50 o más animales
que viven en cierto trecho del río, ocultándose durante
el día y dispersándose por la noche. Usualmente comen por la noche,
aunque algunos pueden verse alimentándose a la luz del día. El cuerpo
se mantiene casi vertical mientras pastan, con la cabeza completamente
fuera del agua, mientras las aletas con forma de brazos empujan el pasto
hacia la boca. El ruido que produce el enorme labio superior al golpear
y el crujido de los grandes dientes, puede oírse desde una distancia de
150 metros o más, y se parece al que hacen los caballos al pastar. Los
manatíes adultos tienen una longitud promedio que oscila entre los 2,75 y
3 metros. Algunos —presumiblemente hembras viejas— alcanzan los 3,60
metros.
Un animal mucho más aislado, es la verdadera sirena de la
leyenda —el dugongo de mar abierto. A diferencia del manatí, es un
animal de mar y raramente se aventura en las aguas frescas de los ríos y
las lagunas. Pocos naturalistas han visto realmente uno de estos
animales. La Sra. Barrett encontró por primera vez uno de estos
animales en Mozambique, cuando algunos pescadores nativos cogieron en su
red lo que ellos describieron como "una marsopa blanca". Estaban
aterrorizados y sintieron alegría al deshacerse de su presa
entregándosela a un herrero italiano. Este hombre embalsamó toscamente
al animal, lo colocó en un rústico ataúd y lo envió a Johannesburgo,
donde alquiló un salón de exposición e hizo una fortuna exhibiendo "la
única sirena legítima, mitad pez, mitad humana".»