Los primeros insectos fueron seguramente los colémbolos, del tamaño de una gamba grande. No tenían alas y se desplazaban por los pantanos gracias a sus pequeñas patas. Con las antenas, captaban los movimientos del aire, y así detectaban la presencia de depredadores. Tenían pinzas junto a la boca para comer plantas y residuos.
Actualmente, los colémbolos son animales diminutos, ubicuos, ocupando todos los continentes (incluso la Antártida). Son, probablemente, los animales más numerosos de la Tierra: hasta 62.000 individuos por m².