Migración de las Aves


   No hay duda de que las aves, gracias a su poder de vuelo, son los animales que realizan las más grandes migraciones. Estas tienen lugar dos veces al año. La gran mayoría de las aves migratorias anidan en el he­misferio norte, se trasladan al hemisferio sur en el invierno, para regresar a su tierra nativa cuando comienza el otoño austral. Hacen es­tos viajes a gran velocidad y a veces recorren muy grandes distancias. El chorlo dorado (Pluvialis dominica) y el zarapito de Alaska (Numenius tahitiensis) van, en un solo vuelo, desde Alaska hasta las Islas Hawaii, donde invernan. Es decir, recorren una distancia de 3.700 kms. A veces llegan hasta las Marquesas y Tahití.

   El petrel de Wilson (Oceanites oceanicus) anida en los archipiélagos de la Antartica, y en el invierno austral se lo encuentra en el Pacífico y en el Atlántico. Se ha podido com­probar si regresa a los mismos sitios para nidi­ficar. Tan viajera como este pequeño petrel es la golondrina de mar ártica (Sterna paradisaea), que anida en el hemisferio norte y pasa el invierno en mares australes. Se la ha encontrado hasta en el Mar de Weddell.

   No se ha encontrado todavía una explicación satisfactoria para las grandes migraciones esta­cionales relacionadas con la nidificación. Este fenómeno constituye, en sí, uno de los más misteriosos problemas científicos. Hay numero­sas teorías acerca de él, pero ninguna lo expli­ca completamente. Se ha llegado a pensar que estos viajes pueden tener su origen en hábitos ancestrales, derivados de épocas geológicas ya pasadas, en las que los climas eran distintos a los actuales. Se ha podido comprobar por medio de autopsias que el vuelo de regreso a los sitios de anidación se produce cuando las gónadas (glándulas sexuales) entran en acti­vidad. En ejemplares que se quedan en el hemisferio sur en el invierno se ha constatado que las gónadas no habían entrado en activi­dad.

   Las migraciones han servido a veces a los marinos para orientarse en el océano. Así, se ha dicho que cuando Cristóbal Colón se apro­ximaba a América, encontró una gran bandada de aves terrestres que volaban con rumbo al suroeste. Para él, fue éste el primer indicio de la cercanía de tierra, y al cambiar de rumbo para seguir el que señalaban las aves, llegó a las Islas Bahamas, y no a Florida.