El asno, ese animal paciente

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   No obstante el concepto despectivo que el vulgo sustenta con respecto al "asno", hasta el punto de que siempre la comparación tiene senti­do peyorativo, la realidad demuestra que sus cualidades son tantas y tan ponderables, que convierten al burro en uno de los más meritorios auxiliares del hombre, justamente en regiones semiáridas, de pobres recursos. Es sobrio, paciente, trabajador incansable, nada exigente para su alimentación, seguro en su desplazamiento en terrenos abrup­tos, y con excelente instinto de orientación y memoria.
   Es proverbial su terquedad, sobre todo como reacción a los malos tratos. El grito del asno, prolongado y sonoro, y nada agradable al oído, es el característico rebuzno.
   Sus caracteres generales específicos son: pelaje gris, color pizarra, blanco o pardo oscuro; comúnmente el pelaje se aclara en el vientre, el hocico, cara interna de los muslos, y en círculos, alrededor de los ojos; orejas muy largas; cola con penacho cerdoso en el extremo.
   También es propia de la especie la línea negra que corre a lo largo de la columna vertebral, y que se cruza en la base de la cerviz con otra franja oscura transversal (a esa intersección se le llama la cruz).
 Además de las denominaciones comunes de burro, borrico, rucio, pollino y jumento, científicamente el asno dispone de apellido y nombre, así, en este orden y expresado en latín: Equus africanus asinus. Equus, que ofi­cia de apellido, se refiere al género (nombre genérico) y es común al asno, al caballo, a la cebra, al hemíono y al onagro; africanus se refiere a su lugar de origen, y asinus, corres­ponde a la especie (nombre específico) y muchas veces deriva del nombre vulgar: Equus africanus asinus, E. caballus, E. zebra. La reunión de todos estos géneros (caballos, asnos, cebras), tan diferente en carác­ter, aspecto, hábitos y aptitudes, forma la familia de los équidos.