Los loros, aves ventrílocuas

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Cuando se considera cómo está constituida la caja de resonancia en la que se origina la voz de un ave, hay que destacar como muy importante el hecho de que puedan imitar una es­cala tan amplia de sonidos. Nuestra laringe, con sus cuerdas vocales, se halla cerca del extremo superior de la tráquea. El aire que pasa a través de las cuerdas vocales las hace vibrar, y los sonidos así producidos son modi­ficados para formar palabras y otros sonidos modulados al variar la posición de la lengua y de los dientes, y cambiando la forma de las mejillas y de los labios. En las aves, la caja vocal o siringe se halla en la base de la trá­quea y está sometida a la acción de una docena de pequeños músculos, para producir todas las posibles modificaciones de sonidos. Carecen de mejillas o labios semejantes a los nuestros, que son flexibles; no hay dientes, y la lengua tiene menor movilidad. De este modo, las aves tienen que producir en la base del cuello todos los sonidos que emiten. Esa es la razón de que un ave pueda cantar, y lo hace a menudo, con el pico cerrado. Esa es también la causa de que el papagayo pueda charlar con el pico total o parcialmente cerrado. El ventrí­locuo hace algo parecido, dando así la sensa­ción de que la voz procede de alguna otra par­te. Muchas aves parecen ventrílocuas.
   Si escucharnos atentamente a un ventrílo­cuo, notamos que pronuncia mal las consonan­tes, aunque suenen correctamente para un oído poco aguzado. Ocurre lo mismo con las aves parlantes. Esto queda puesto de relieve por la siguiente anécdota del perro que vivía en una casa en la que había un papagayo. Cada vez que el perro corría hacia el jardín cuando no debía, su amo le silbaba o le lla­maba por su nombre. El perro se detenía en su precipitada salida y volvía a casa. Si salía de estampía el perro en ausencia de su dueño, el papagayo le silbaba o le llamaba por su nom­bre, con lo que parecía una perfecta imitación del silbido y de la voz del propietario. El can, al oírlo, alzaba las orejas para escucharle, pero sin volver la cabeza lo más mínimo; a continuación las bajaba y continuaba su correteo.