¿Cómo se debe criar el hámster?


   El hámster dorado es uno de los animalillos más extendidos en nues­tros hogares. Se adapta muy bien a vivir enjaulado, y su carácter es tan dócil que se le puede dejar libre pa­ra que pasee por las habitaciones. Permite que le cojan y le acaricien, y hasta sabe reconocer la voz y la llamada de su pequeño amo. Es, en suma, un amiguito que hace mucha compañía. El hámster se dedica dos veces al día a una cuidadosa limpie­za personal, por lo que, si está sano, su pelaje es muy suave y está exen­to de olores desagradables.
   Cuida también muchísimo de la lim­pieza de su vivienda: se ensucia siempre en el mismo sitio y, si pue­de, arroja fuera de la jaula los ex­crementos. Si hay comida disemi­nada, la recoge en las espaciosas bolsas de sus carrillos y la oculta en su cama. Si decidís comprar uno, escoged únicamente a los indivi­duos machos y jóvenes, a no ser que deseéis una pareja para reproducción. Los jóvenes se reconocen por sus orejas flexibles y recubier­tas de pelo muy fino. Deben tener, además, los ojos brillantes y el pe­lo liso y suave, aparte estar exen­tos de cicatrices y manchas.
   He aquí algunas normas fundamen­tales para criarlo bien: si la jaula no es grande, se hace absolutamen­te indispensable colocar a su dis­posición un aro en el que pueda practicar una gimnasia nocturna. El hámster necesita moverse mucho, y con el aro puede correr todo lo que quiera. Come de todo: pan, ga­lletas y trocitos de carne; pero le son indispensables las verduras frescas, ricas en vitaminas (zana­horias, lechuga, etc.). Están muy in­dicados también los granos, espe­cialmente las semillas de girasol. No hay que poner jamás mucha co­mida en la jaula, sobre todo si es perecedera. En efecto, el hámster muestra tendencia a acumular reservas en su escondrijo, y éstas se pudren convirtiéndose en un peli­groso agente infeccioso.