Algunas pequeñas cavernas que se abren sobre el flanco de una colina se han convertido en "casas" de numerosas palomas silvestres (Columba livia). Todas las mañanas, al comienzo de la primavera, se oye a través de las distintas fisuras un sonido gutural, insistente. A cualquiera que pasara por la vecindad daría la impresión de un rumor como de sierra. Son las palomas, mejor dicho, los palomos, que arrullan. Este es su modo de cortejo y galanteo. Estos animales tan gentiles no se contentan con mimar a su compañera con la voz; cada uno de ellos da vueltas a su alrededor haciendo profundas inclinaciones y abre la cola en forma de abanico arrastrándola por el suelo, mientras levanta muy orondo la cabeza.
Sin embargo, el hambre las obliga a salir pronto del nido. Generalmente en parejas, las palomas se elevan velozmente en busca de alimento. Algunas se detienen en las plantas, de las que comen los verdes brotes; otras se posan sobre la tierra, en un campo sembrado, para picotear semillas de toda clase y otros alimentos.
Caminan ágilmente, moviendo a cada paso la cabeza a causa de sus patas demasiado cortas. Con su vista penetrante ven las semillas mas pequeñas, y hasta, si son afortunadas, un granito de sal, que en seguida tragan. Pero, ¡ay!, si el bocado es visto simultáneamente por dos o tres, levantan las alas e hinchando el buche se arrojan una contra otra. La voracidad las hace prepotentes y malas. Después de haber comido necesitan beber. Esto les es indispensable, porque las palomas ingieren muchas semillas sin descortezar y para poderlas digerir deben ablandarlas. Se dirigen entonces a un curso de agua y con un modo de beber distinto al de todos los otros pájaros, hunden el pico en el líquido y lo aspiran a largos sorbos.
Después, en bandadas, regresan a los nidos y allí descansan durante las horas mas cálidas del día. Por la tarde salen de nuevo en busca de alimento, vuelven a dirigirse al curso de agua y se retiran al nido para pasar la noche. Así todos los días. Su modo de vida es muy regular y no les gusta cambiarlo. Esta característica las hace fácilmente domesticables. Se aficionan a su nido en tal forma que siempre tratan de regresar cuando se han alejado de él.