Son pocas, relativamente, las especies de insectos que puedan contarse entre nuestros enemigos. Algunas son cabalmente beneficiosas para el hombre. La abeja melera nos provee de miel; el gusano de seda proporciona la seda. Un tipo de coccínido nos suministra la tintura de cochinilla; otro nos da la laca de la cual se deriva la gomalaca comercial.
Los insectos benefician al hombre indirectamente de muchos modos. Si no contribuyeran a polinizar las plantas, pronto nos veríamos privados de la mayoría de nuestros frutales, frijoles, guisantes y otras legumbres, y miles de otras plantas útiles. Los peces de agua dulce se alimentan de insectos, lo mismo que muchas aves de caza. También son valiosos como basureros, pues ayudan a mantener la tierra bastante despejada. Es cierto que destruyen algunas de las plantas más estimadas, pero también atacan las malezas. En este caso se comportan como nuestros aliados más efectivos en la guerra contra las plagas de otros insectos. Sobre todo, desempeñan una parte importante en el mantenimiento del equilibrio de la naturaleza, del que depende nuestra propia existencia.