- comunicación táctil (insectos, peces).
- comunicación química: este lenguaje puede ser muy variado: olores repulsivos o atractivos, olores sexuales (feromonas de las abejas).
- comunicación visual: actitudes, danzas rituales, mímica.
- comunicación auditiva: gritos, cantos, sonidos tal vez fuera de nuestra capacidad auditiva (cetáceos).
La riqueza del lenguaje, es decir, el número y la complejidad de las señales, evoluciona con el grado de socialización de la especie y las necesidades de comunicación. Para la coordinación del grupo, sin embargo, los lenguajes animales son pobres comparados con el del hombre: se han podido aislar unos quince posibles "mensajes" del gorrión, 20 o 30 en las gacelas y delfines. El máximo alcanzado es de 40 o 50 en los primates superiores.
Estos mensajes poseen un código específico de cada especie, por lo tanto, el animal sólo comprende el de sus congéneres (con algunas excepciones): gritos de alarma de monos, gritos de amenaza de carnívoros.
Los animales se dirigen al hombre en su lenguaje: le corresponde a él saberlo interpretar, no por analogía con actitudes humanas, ni con el comportamiento de otro animal, sino por un conocimiento preciso de las costumbres de la especie. De otro modo, se expone a cometer errores de interpretación. Así pues, la mirada fija del mono o de los felinos, no es una señal de atención, sino un signo de hostilidad: por lo tanto, en este caso será peligroso acercárseles. El perro mueve la cola para mostrar contento; en el gato o la ardilla es a la inversa.