Muchas aves adultas poseen un claro dimorfismo sexual que permite distinguir a los machos de las hembras. Es el caso de los pavos reales y las aves del paraíso, cuyos machos presentan un espectacular plumaje mientras el de las hembras es sobrio, lo que permite diferenciar a simple vista sus sexos. Pero hay muchas otras especies, como cuervos y gaviotas, en las que ambos sexos son idénticos. De hecho, todos son iguales desde que salen del cascarón hasta que desarrollan los rasgos de la madurez sexual.
El conducto urogenital de machos y hembras desemboca en una sola apertura denominada cloaca, de manera que carecen de órgano copulador exterior. Existen excepciones, sobre todo entre los anátidos -como cisnes y gansos-, cuyos machos tienen un rudimentario pene, mientras las hembras poseen una vagina en el interior de la cloaca. Para distinguir a unos y otros hay que observar su comportamiento o recurrir a un experto, quien mediante el tacto determina con precisión el sexo de cada individuo.