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El primer paso para combatir los mosquitos es la supresión de los lugares donde se crían. Para ello se procede a la desecación de los pantanos y otros depósitos de aguas estancadas, así como a la eliminación de hoyos y huecos que pueda haber en rocas y troncos de árboles donde pueda recogerse agua llovediza. Se mantienen tapados los bebederos para animales domésticos y se suprime cualquier objeto en que pueda formarse algún depósito de agua, por pequeño que sea.
En algunos lugares, como lagos y lagunas, es imposible el desagüe, pero una delgada película de querosina extendida sobre su superficie basta para impedir que las larvas y pupas lleguen a la superficie y puedan respirar. En consecuencia, mueren asfixiadas. Hay además muchos enemigos naturales de las larvas, como los pequeños peces vivíparos, que, al igual que las larvas de muchos insectos acuáticos, se alimentan de larvas. Los murciélagos, los caballitos del diablo y muchos pájaros insectívoros se alimentan de mosquitos adultos. Hasta hace unas décadas se recurría a insecticidas como el DDT y gamexano para realizar campañas sanitarias. La fiebre amarilla ha quedado prácticamente erradicada en la América Latina. Aparece sólo esporádicamente en algún punto de las selvas, o como aconteció en 1954, en forma inesperada, en Puerto España, en la Isla de Trinidad. Todos los países han adoptado medidas de vigilancia para desinfectar los aviones y buques procedentes del exterior a fin de impedir la introducción de mosquitos infectados. Además, se practica la vacunación en masa contra la fiebre amarilla para evitar epidemias.