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Todos odiamos los coleópteros comedores de pieles, o derméstidos, y con justa razón. Estos coleópteros tienen gran afición a cualquier producto animal que el hombre haya elaborado para su propio uso: pieles, plumas, ropa de lana, tocino, jamón, queso, harina, comida, insectos disecados, aves y animales embalsamados de los museos. Cada uno de estos productos es el alimento de una o más especies de derméstidos.
Muchas de estas plagas son insectos bastante pequeños, de sólo seis milímetros. Los más grandes pueden llegar a medir 13 milímetros de largo. Son generalmente ovalados, rollizos y de color oscuro. Están parcialmente cubiertos con pelusa de un tono más claro, o con escamas que luego pierden. En general, los derméstidos se alimentan de cuero y animales muertos; se los llama gorgojos del cuero. Los pequeños comen polen en los campos y también entran en las casas para devorar ropas, alfombras y alimentos desecados. Muchas especies permanecen fuera de las casas y nunca molestan al hombre.
Las larvas de los derméstidos son pequeñas y pardas, cubiertas con muchos pelos negros y cerdas. Avanzan muy velozmente. Si se observa una atentamente puede vérsela hacer algo curioso: corre un corto trecho, se detiene, cimbra el pelo y luego empieza a correr nuevamente. Las larvas son más destructoras que los adultos, ya que devoran el alimento disponible, aunque pueden vivir largo tiempo sin comer.