Las tortugas

Universo animal | LOS ACORAZADOS DEL MUNDO DE LOS REPTILES |

   Los alquileres elevados y las mudanzas nunca mortifican a la tortuga. Con su casa a cues­tas, que crece por sí sola y que está hecha a prueba de golpes y cataclismos, toma posesión de cualquier playa o prado soleados que sa­tisfagan su gusto, con sólo to­marse la molestia de llevar su recio albergue hasta la orilla del mar, de un lago o de un río, y se convierte en casa a flote o submarino, según sus gustos y costumbres. La forma peculiar de estos reptiles les ha valido el nombre de tortu­gas, del latín tortus, torcido, a causa de su manera pecu­liar de caminar.

   Existen más de 200 especies de tortugas, las cuales consti­tuyen el orden de reptiles lla­mado de los quelonios, los cua­les se caracterizan por estar protegidos por una coraza, ca­recer de dientes y tener su boca provista de un pico cór­neo. Varían en tamaño, desde las pequeñas tortugas del lodo o los galápagos, algunas de cu­yas especies caben en un bol­sillo, hasta la tortuga de mar o laúd, que puede medir más de dos metros y medio de longitud, y pesar hasta de 400 a 700 kilos. El caparazón de las tortugas o coraza está for­mado por una parte ósea, la parte superior de la cual está cubierta con placas córneas que varían de forma y de características en las diferentes especies, pero en todas ellas tienen una curiosa e interesante arquitec­tura. La coraza forma como una singular y eficaz defensa que consta de una parte superior o espaldar y otra inferior o peto, entre las que quedan dos aberturas: una delante, por donde sale la cabeza y las patas anteriores, y otra posterior, para la cola y las patas de atrás. Algunas de las especies que vi­ven en el agua tienen un caparazón más débil y se pueden defender con la mayor agilidad de sus movi­mientos. En otras, la cola tapa completamente la abertura posterior, y la cabeza, la anterior, con lo que el animal queda así protegido contra sus ene­migos. El caparazón de la tortuga está constituido por verdaderos huesos o expansiones de ellos y se halla cubierto por placas poligonales córneas, que en la tortuga marina llamada carey, constituye la substancia a la que se da este nombre y el de concha.

   Todos los cazadores de tortugas marinas saben que es suficiente voltear al animal hacia arriba, cuando sale a tierra, para dejarlo indefenso, por ser incapaz de dar por sí mismo la vuelta. La boca en forma de pico tiene mandíbulas desprovistas de dien­tes, por lo que se limitan a cortar sus alimentos y a tragar los bocados enteros. Las tortugas tienen vista penetrante y parece que tienen también oído muy fino. No se alejan mucho de los lugares en donde crían; las marinas regre­san año tras año a la misma playa para poner sus huevos. Tienen vida larga; se conocen algunas especies que alcanzan hasta 250 años de edad. Las carnes de algunas especies, es­pecialmente la de las tortugas que se alimentan con vegeta­les, son un alimento excelente y muy sabroso; los huevos de la mayor parte de las especies son comestibles.

   Los huevos son depositados en terrenos arenosos, en agu­jeros que la hembra abre con su cola y patas traseras en el terreno; tienen una cascara flexible y resistente; algunas especies ponen hasta 250 ó más. Algunas veces, son nece­sarios varios meses de sol para que se incuben los que las tor­tugas de mar dejan en las playas. Las recién nacidas quedan abandonadas a sí mis­mas, sin que la madre las atienda para nada, por lo que con frecuencia son presa fácil para los cangrejos y las aves. Las diferentes especies tie­nen hábitos y costumbres dis­tintos; algunas viven en tie­rra, otras, rara vez salen del mar; los galápagos son de agua dulce; y ciertas especies viven igualmente en la tierra y en el agua.

   Viven en su mayor parte en las regiones templa­das y tropicales. En la zona templada, invernan en­terradas en la tierra o en el lodo. Las especies más notables son las que se encuentran en ciertas islas, como las del archipiélago de los Galápagos, que pre­cisamente recibió este nombre por las enormes tor­tugas que viven en esa isla; algunas de éstas pesan hasta 250 kilos y tienen caparazones que miden más de un metro de longitud. Estas grandes tortugas son cada vez más raras, y seguramente, desaparecerán en plazo breve.
Las especies marinas son de tamaño más grande; sus patas tienen forma de remos o paletas y les sir­ven para nadar; algunas tienen el caparazón de apa­riencia de cuero, parecido a la piel del cocodrilo, como en el llamado laúd. Esta tortuga marina es de rara habilidad para nadar; es de gran tamaño, por lo que 12 hombres difícilmente pueden sacar a tierra una que haya sido arponeada; su carne es dura o co­rreosa y se usa poco como alimento; puede pesar hasta 750 kilos. Otra especie marina de menor ta­maño es el carey.

   La tortuga marina verde, caguama, que algunas veces pesa 500 kilos, tiene una carne exquisita. Se encuentra en casi todos los mares cálidos y templados. Desde las Antillas, se exporta a Inglaterra y a los Estados Unidos, donde se considera un manjar delicioso. Algunas veces, los indígenas de algunos países americanos se apoderan de esta tortuga por un sistema curiosísimo de pesca. Atan largas cuerdas a la cola de un pez muy notable, la remora, el cual tiene en la parte superior de la cabeza una especie de ventosa adhesiva; arrojan a este pececillo en los lugares frecuentados por las tortugas; la remora busca en seguida protección en el caparacho del que-lonio, para lo cual, se adhiere a él por medio de su aparato de succión en forma de ventosa; entonces, los pescadores tiran de la cuerda con cuidado, y así, hacen subir a la tortuga a la su­perficie o la hacen ir a lugares de poca agua, donde fácilmente es capturada. La tortuga ca­rey es la más valiosa de to­das; su caparazón, al ser puli­do, queda de un brillante color pardo, muy delicado y transpa­rente, que es la concha tan esti­mada en el comercio, la cual tiene la curiosa propiedad de ablandarse por el calor, a 100 °C; entonces, se le puede dar la for­ma que se desee. También se pueden soldar piezas distintas por medio de la aplicación de planchas calientes. El carey se emplea para peinetas, incrusta­ciones de muebles y objetos de adorno. Esta especie habita en todos los mares tropicales y se-mitropicales; los mejores ejem­plares se encuentran en los ma­res de Indonesia. Es la menor de las tortugas marinas, porque apenas alcanza 60 ó 70 centí­metros de longitud.

   Una especie algo mayor se encuentra en los mares situados más al norte de los frecuentados por la tor­tuga carey; es la llamada Thalassochelys caretta por los naturalistas y se conoce también con el nombre de cabeza larga, por la forma de ésta, o tortuga boba. La carne no es tan estimada, pero sus huevos son de sabor exquisito.

   Las tortugas del lodo forman un grupo interesan­te que vive en agua dulce, y frecuentemente, se ve en tierra. Algunos ejemplares tienen dos porciones ar­ticuladas y movibles en la parte inferior de su con­cha. Una de las de este grupo es la tortuga almiz­clera, llamada también tortuga zorrillo, a causa de su olor a almizcle; tiene la par­te inferior del caparazón an­gosta y mal desarrollada, hasta el extremo de que no le cubre las partes blandas.

   Las llamadas tortugas coco­drilo son feroces, tienen enor­mes cabezas, poderosas mandí­bulas y largas colas, como de cocodrilo; son, a veces, temibles y se defienden mordiendo. Lle­gan a tener un metro de longi­tud desde el hocico a la punta de la cola. Viven en agua dulce. Además de estas bien conoci­das tortugas, hay otras varias especies peculiares de ciertas regiones, como las antes citadas de las islas de los Galápagos. La matamata de las Guayanas y norte de Brasil es represen­tativa de las que pliegan el cue­llo hacia los lados para defen­derse, en lugar de introducirlo bajo el caparacho.