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Contrariamente a la creencia popular, la mayoría de las especies de abejas no forma comunidades, sino que es de hábitos solitarios. Las hembras edifican su nido celda por celda. En cada una de éstas almacenan polen mezclado con néctar y luego depositan un huevo sobre esta provisión de alimento. Antes de continuar con el siguiente sellan cada celda. Una vez terminado todo el panal, Lo cierran completamente y se van para no volver. Las larvas empolladas en los huevos pasan por una serie de mudas, se convierten en ninfas y finalmente emergen del nido como abejas adultas.
Existen algunas variedades interesantes de abejas solitarias. Las pequeñas abejas carpinteras (familia ceratínidos) y las grandes abejas carpinteras o mangangaes (familia xilocópidos) perforan la madera y construyen nidos en las cuevas resultantes. La abeja albañil, del género Chalicodoma, hace el suyo con tierra y piedrecitas mezcladas con saliva. Las abejas cortadoras de hojas (familia megachílidos) forman los nidos con trozos que cortan de hojas y pétalos de rosas y otras plantas.
Ciertas abejas depositan los huevos en los nidos de otras; sus crías son huéspedes mal recibidos. Estas abejas parásitas se conocen como inquilinas, del vocablo latino inquilinus. Por ejemplo, la abeja parásita Stelis pone los huevos en las celdas de Osmia, Nacen larvas de ambas especies. Por último, las larvas de Stelis devoran a las de Osmia y se apoderan del nido.