El gato doméstico es una mascota tan corriente en los hogares desde hace mucho tiempo que todo induce a pensar que sus relaciones con el hombre se remontan también a épocas antiquísimas, como en el caso del perro. Pero no es así. El hombre primitivo no conocía al gato, y si acaso había tropezado con él en los bosques, lo consideraba un carnívoro peligroso, en el que no se podía confiar. En efecto, este felino vivía en las copas de los árboles o en los densos boscajes, comportándose como un depredador análogo al tigre o a cualquier otro animal feroz. Las primeras huellas de su domesticidad aparecen en el Egipto de los faraones, donde el gato era venerado como una divinidad. No es posible saber cómo pasó de Egipto a Europa, pero poseemos datos seguros acerca de su presencia en este continente hacia finales del imperio romano. Sin embargo, sólo se difundió hacia el año 1300.