¿Dónde suelen anidar las lechuzas?

Universo animal | lechuzas | aves |  La lechuza ha dado origen, probablemente, a muchas historias de fantasmas. Vive a me­nudo en iglesias o en casas abandonadas, y puede dar un buen susto a cualquiera que no la espere cuando, de un blanco fantasmal, en silencio, la lechuza pasa volando en la noche tenebrosa, o cuando deja oír su grito aterrador, prolon­gado y agudo.
   En Gran Bretaña las lechuzas fueron antaño objeto de una innecesaria persecución, especialmente por parte de los guardabosques. A principios del siglo XX, sin embargo, se recuperaron un tanto, mas a finales de los años 40 se notó una disminución general y en 1955 habían desapa­recido de muchas zonas. Esto se debe, en buena parte, a la dependencia que las lechuzas tienen del hombre. Los viejos caserones y los árboles hue­cos les suministraban nidos y lugares de asen­tamiento, siendo las ratas y los ratones de los graneros su presa principal. Desde la Segunda Guerra Mundial el panorama agrícola ha cambiado en muchos países. Los establos abandonados y los árboles podridos ya no se toleran y la agricultura intensiva ha transfor­mado aquellas partes del campo que las lechu­zas solían frecuentar. El rápido descenso de su número en la última década se ha debido, sin duda, al incremento en el uso de pesticidas en las cosechas. Estos venenos se acumulan en el cuerpo de los animalitos que las comen, y lue­go en los de las lechuzas cuando los devoran, con el resultado de que éstas se vuelven a me­nudo estériles y sus huevos no llegan a hacer eclosión.
   A las lechuzas se las ve a veces en pleno día, pero lo más corriente es que salgan con el crepúsculo. Con su blanco plumaje, suelen mostrarse volando a unos 4 o 6 m del suelo con aleteos largos, pero bastante rápidos, y siguiendo rutas fijas por las que patrullan en círculo noche tras noche, dejándose caer en ocasiones para atra­par a su presa.
   Después se la llevan al nido o a un lugar identificable por las pelotitas de huesos indige­ribles, cuerpos de insectos y pelos regurgitados y expulsados que cubren el suelo. Las regur­gitaciones (llamadas egagrópilas) de esta le­chuza son negruzcas, brillantes, fácilmente distinguibles de las blancas y grisáceas del cá­rabo común.