Probablemente has oído el cuento del zorro que tenía miles de pulgas en todo su cuerpo. Las pulgas lo mordían, y el zorro se rascaba hasta que se cansó. Por fin se dirigió a la orilla del río, tomó un palo de buen tamaño, y sujetando el palo con sus dientes entró en el agua. Todas las pulgas se movieron sobre su espalda para no mojarse. El zorro entró en aguas más profundas, y las pulgas se subieron a la cabeza. Entonces, sumergiendo poco a poco su cabeza, obligó a las pulgas a subir sobre su nariz, y por último, sobre el palo que el zorro sujetaba con los dientes. De repente, el zorro abrió sus fauces. El palo se perdió corriente abajo con sus verdugos a bordo, por lo que ahora nuestro amigo tenía un descanso de rascarse hasta que nuevas pulgas hicieran su hogar en su piel.
Esto suena como un cuento de hadas, pero los naturalistas afirman que algunos zorros realmente han aprendido a deshacerse de las pulgas de esta manera.