La estridente voz de las cigarras



   Los mejores insectos vocalistas son los salta­montes y los grillos, que producen el sonido chirriando, esto es, frotando la sierra de sus patas posteriores o sus alas contra el borde rígido de una membrana. Las cigarras cantan por un método diferente y mucho más eficaz, a juzgar por el volumen del sonido. A algunas cigarras se las puede oír a casi 500 m de dis­tancia, y si están en una casa pueden hacer totalmente imposible una conversación.
   En la mayoría de las especies es el macho el único que canta, pero en algunas lo hacen ambos sexos. Machos y hembras tienen órga­nos auditivos y pueden, naturalmente, recono­cer el canto de su propia especie.
   El objeto de su canto parece ser la llamada a las comunidades locales para formar peque­ños grupos en los que machos y hembras pue­dan fácilmente reunirse.
   El aparato sonoro consiste en un par de membranas en la base del abdomen, cada una rodeada y prendida por un anillo elástico. La membrana es convexa cuando está relajada, pero un músculo unido a ella puede empu­jarla hacia abajo y, al volver de nuevo a su lugar, emite un penetrante chirrido. En las cigarras las membranas o timbales (que así se denominan) vibran de unas 100 a casi 500 ve­ces por segundo. Otros músculos, unidos al anillo, varían la forma de éste, afectando al volumen y a la calidad del sonido, y todo el aparato está encerrado en un par de cámaras de resonancia que amplifican el sonido y lo varían al abrirse y cerrarse.
   De todos modos, este extraordinario instru­mento musical de las cigarras no sólo sirve para producir un ruido ensordecedor, sino que cada especie puede producir una clase de to­nada propia para conocerse entre sí. Un buen entomólogo tropical sabe distinguir el diferente canto de las cigarras de la misma manera que un ornitólogo reconoce la voz de las aves.