Las rapaces diurnas

CON el nombre de rapaces son denominadas general­mente todas las aves de presa. Científicamente las aves de presa se dividen en dos órdenes: estrigiformes y falconiformes. Las estrigiformes son las lla­madas rapaces nocturnas (buho, lechuza, mochuelo, etc.). Las falconiformes son, a su vez, las rapaces o aves de presa diurnas. Son fuertes y valientes, en su mayor parte de considerables dimensiones; son formidables voladoras, capaces de vivir hasta en las más altas montañas. Las fal­coniformes se alimentan exclusivamente de carne; la ma­yoría de las especies atrapan y comen su presa todavía palpitante de vida, mientras que otras, por ejemplo los bui­tres, prefieren la carroña. Éstos son reposados y prudentes: no saetean el aire para atrapar en vuelo a su presa, como hacen las auténticas rapaces dignas de tal nombre, sino que, al divisar desde lo alto la carroña de algún animal descienden dando grandes vueltas, mirando mientras tanto si todo está tranquilo, y sólo entonces se disponen para el banquete. Estrigiformes y falconiformes tienen cualidades particulares que las hacen aptas respectivamente para la vida nocturna o para la diurna; ambas están perfectamente conformadas para una vida de rapiña. Observemos a continuación sus más importantes características.



LAS ÁGUILAS El águila es el ave rapaz por excelencia. Las especies de águila son nu­merosas: la más conocida es el águila real.




Los halcones son cazadores decididos y fortísimos. La mayor parte de ellos caza otras aves en vuelo. Desde lo alto de su dominio aéreo caen a plomo, diríamos como piedras, sobre las espantadas víctimas, que no tie­nen escape alguno. Sus alas, es­trechas y largas, les permiten un ruelo velocísimo, liviano y suelto. Por estas cualidades los halcones eran en un tiempo amaes­trados y utilizados para la caza de aves. Existen varias especies: veamos algunas.




ALCOTÁN (Falco subbuteo). — Con extrema facilidad es capaz de atrapar las golondrinas que saetean el cielo; pero la que más a menudo es la presa de este cazador es la alondra. Ataca, asimismo, a toda clase de mamíferos: pero a falta de cosa mejor, come insectos.




HALCÓN PEREGRINO (Falco peregrinus). — Vive en continua agitación y nunca para mu-dra tiempo en el mismo sitio; es ave migratoria: por ello recibe el nombre de peregrino. Caza lanzándose sobre la presa casi verticalmente a velocidad fantástica, con las alas apenas abier­tas. Ataco a pájaros de ogua, avutardas, garzas, cornejas y otros halcones. Cuando sorprende una bandada de palomas o de otras oves, el peregrino cae instantáneamente sobre ella; dis­tribuye violentos zarpazos a diestra y siniestra y, volviendo con rapidez sobre su vuelo, agarra a todo pájaro que, aturdido por el golpe recibido, intenta con esfuerzo volver a volar.




CERNÍCALO (Falco tinnunculus) — Es un halcón que traiciona un poco su raza. A diferen­cia de los otros, que se alimentan sobre todo de aves, éste apresa y come sólo animales "terres­tres", y, entre éstos, los de dimensiones pequeñas, como roedores, lagartijas, ranas e insectos (saltamontes, langostas, grillos). El cernícalo hace a menudo su nido sobre campanarios o azo­teas de los edificios más altos de la ciudad.




EL BUSARDO Es un ave ágil y muy elegante, que hace su nido en las matas o directamente sobre el te­rreno. Es habilísimo en el vuelo cernido; desde lo alto, imprevistamente, es capaz de lanzarse oblicuamente, veloz como un rayo, llegando hasta casi rozar las matas. Es sumamente intere­sante disponer de unos prismáticos y seguir con ellos las evoluciones de estos "acróbatas". Veamos cómo hace el macho para llevar la comida a la hembra atareada en preparar el nido e incubar los huevos. Desde las alturas el macho lanza su reclamo mientras sujeta entre las garras la presa recién atrapada. La hembra se levanta y vuela debajo, a la misma velocidad. En el momento oportuno el macho suelta su presa; la hembra, con un brusco golpe de ala, se detiene, se da vuelta hacia arriba y toma con sus garras el animal (ave o roedor) cazado por su compañero, que, en verdad, para ella, es un bocado que le cae como llovido del cielo.




EL GAVILÁN Tiene formas ágiles, elegantes y al mismo tiempo es un ave fuerte. Consigue comida para la hembra, ocupada en incubar, po­niendo sus presas en un lugar "convenido", hacia donde ella se di­rige para comer.




EL CÓNDOR (Vultur gryphus). — O cóndor pertenece a la familia de los ca-tártidos, llamados también comúnmente buitres americanos. El cóndor es el ave de rapiña más grande; su envergadura alcanza a tres metros. Vive en los mon­tañas de la cadena de los Andes; se ha visto a algunos ejemplares dando vueltas sobre la cumbre del Chimborazo, o sea a más de los 6.300 metros de altura. A pesar de sus dimensiones, esta ave, de poderoso pico (sus garras son más bien débiles), no es agresiva ni pe­ligrosa; antes que cazar presas vivas, prefiere buscar animales muertos.




EL MILANO REAL Vive preferentemente en zonas abiertas, deshabitadas y agrestes. Aunque grande y de aspecto fuerte, es más bien débil, inca­paz de atacar a pájaros en vuelo. Caza ani­males pequeños y a veces hasta se confor­ma con carroña.




EL AZOR Es quizás el más rapaz entre las rapaces. Durante el verano permanece en los extensos bosques de abetos a 1.500 o 2.000 metros de altura y allí reina como "señor" soberano y temido; en el invierno se aproxima a los centros habitados de la llanura para cazar aves domésticas y conejos. Su vista es tan aguda que le permite descubrir una alondra inmóvil sobre el terreno a una distancia de cien metros.




SERPENTARIO Al primer golpe de vista cualquiera puede distinguir un serpentario de entre las demás rapaces. Tiene patas larguísimas, de hasta treinta centíme­tros; además lleva en la parte de atrás de la cabeza un mechón de plumas que le han valido el nombre de "secretario". Se alimenta de pequeños ma­míferos, insectos y sobre todo reptiles que saca de las cuevas en las áridas tierras africanas, donde vive.




EL BUITRE Se alimenta exclusivamente de basuras y de ca­rroña. Tiene alas muy amplias que le permiten el "vuelo de vela" durante horas y horas sobre una localidad sin dar un solo batido de alas. Desde lo alto escruta si algún ser viviente deja de vivir, para caer sobre él.